jueves, 14 de febrero de 2008

Nuestros artistas mistagogos.




El Satiricón de Petronio. Fellini. Escena del banquete de Trimalchion.



Leyendo a un entrañable bloguero http://animaldelapolis.blogspot.com/2008/02/desprecio-el-desprecio.html me ha venido a la mente cómo el teatro es un derivado secular de las ceremonias religiosas.


Sí, efectivamente, en la prehistoria del teatro están los chamanes y los magos; que crean una escena, un drama, un espectáculo. Es toda una ontología. Y es que como somos animales racionales, por fuerza tendemos a querer representar todo. El espacio representativo era así en sus inicios un escenario ritual.
En un tiempo en el que todo se explicaba por el mitos; forzosamente las representaciones (a partir de los ditirambos) debían tener un contenido mítico. Los mismos sacerdotes (mistagogos) del oráculo de Dodona interpretaban los ruidos del viento de manera teatral. Esta hierofanía; este revelarse la naturaleza como sacralidad cósmica requiere de una simbolización que nos haga captar el misterio de lo humano. Que, siguiendo a mi querido Schopenhauer, no está en lo fenomenológico, sino en las Ideas eternas; siendo precisamente el Arte quien puede reproducirlas y trasladarnos este conocimiento.
En palabras del gran M.Eliade: el hecho religioso es un fenómeno universal que funda una estructura de lo real, revela la existencia de lo sobrenatural y resulta normativo para la conducta del hombre.
Y como se considera valioso por eso es normativo; y por eso se quiere transmitir de manera pedagógica a través de una ceremonia, de una dramatización.
Por eso molestan tanto los artistas y los obispos en un mundo en el que los políticos quieren ser los únicos actores de nuestros ritos. Por eso no gustan las manifestaciones de unos y otros.
Pero es lo cierto que sólo ellos son capaces de traducir las realidades más controvertidas de manera mágica. ¡Cómo si no juzgar la evocación del drama del apareamiento de las mantis religiosa para explicar una grotesca pasión invertida!.




Casanova. G.Casanova. Fellini.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí... yo he pensado lo mismo... pero hay que profundizar, Dardo, no se puede comparar a los artistas con la iglesia, la propia base es lo que falla. Mientras unos, los obispos, pretenden imponer una moral, una fe y legislar desde esa moral, los artistas, en cambio, apoyan sin tapujos ni palabras melifluas, a un candidato determinado. Los obispos también, pero no tienen la valentía de pronunciarse, sólo lo deja entrever entre maledicencias, medias verdades y manipulaciones varias.

Pero aún aceptando que pueden decir lo que quieran en la calle y con la intromisión del jefe del estado vaticano -que ya es aceptar-, lo que no se entiende es que cuando les lluevan las críticas se sientan perseguidos, acosados y maltratados. Lo cual, como podrás entender dado el abuso de privilegios que disfrutan, pone los pelos como escarpias. Si entran en el juego político, entran para todo, ¿o es que no se les puede contestar?

No, Dardo, no. No podemos comparar a unos y a otros, porque no se puede comparar algo tan íntimo como la religión con algo tan público como la política o las manifestaciones de los famosos. Y ese es el tema: alejar la religión de lo público.

Un besito dulce, dulce,

Unknown dijo...

Pienso que todos tenemos nuestros propios ritos con los que nos explicamos a nosotros mismos lo que a duras penas intentamos comprender. Yo misma, a veces escribo para ayudarme a enterderme e intentar explicar mi propio universo a los demás. Sin embargo, si el ritual se basa en un rídiculo, en lo cómico-trágico, en un absurdo hiriente, lo único que se consigue es demostrar que el artista tras el ritual está necesitado de un noble significado.

Nada noble es rídiculo.
Los políticos, como usted bien dice, tienen su propia manera de expresarse, pero, esa precisamente es la más vacía de todas, porque el significado de su mensaje va cambiando conforme cambia el auditorio. El mensaje no se basa en la introspección sino en la exposición. Tanto más payaso sea su auditorio, más cómico-trágico será el ritual político.

Claro, que ante un mensaje tan artificial, la mayoría de los aplausos suelen ser de falsa complacencia, pero cierto es , que no deja de ser un espectáculo, al fin y al cabo. Y eso, es lo que la mayoría del auditorio espera cuando paga su entrada.

Dardo dijo...

Madeleine. Justamente tengo un divergencia de raíz contigo. Lo religioso debe ser público. No existe el homo aeconmicus o el religiosus separados más que en nuestro pensamiento analítico. Están unidos; no se les puede separar. Si retiramos lo religioso al exclusivo ámbito de lo privado entonces renace una antigua idolatría: el mito del Estado Dios que va a liberar al hombre a través de la política.

Lo religioso hace patente la irracionalidad de los mitos políticos. La grandilocuencia de la utopía política frente a la realidad de lo imperfecto de la que sabe el pragmatismo. No existe el Estado divinizado, el Estado paraíso. La religión aporta realismo al destruir este mito.

La política grandilocuente también seduce; aquí puede jugar un papel fundamental la religión. Este papel es de crítica; pero no de destrucción. Se trata de reconocer los límites del Estado. Insisto construir construyendo, no destruyendo.

No; la moral no es un asunto privado; debe tener valor y resonancia pública. De hecho siempre ha sido y ahora también es así.

El paralelismo que he hecho con los artístas ha querido ser un ejemplo de cómo esa idolatría de los políticos (de los hombres de Estado) no consienten intromisiones. Es así. Y no entro en las formas de los criticados artistas y obispos; que por supuesto deben estar sometidos a nuestro control; claro que sí. Pero lo que estamos viendo es otra cosa. El tratamiento que se les ha dispensado ha sido poco más que de herejes.

C. La veo muy desencantada con lo político. Amiga, tenemos que superar eso. Si lo piensa de verdad es un quehacer noble. Pasa lo que pasa cuando brillan los peores. Yo he pensado muchas veces que son lo que la sociedad es. ¿Somos demasiado moralistas con ellos?. ¿Resistiríamos nosotros mismos la criba a la que los sometemos?. ¿Es nuestro proceder diario, en nuestras pequeñas cosas, un ejemplo de virtud?. Le aseguro que yo no podría firmar eso.

Yo sé que hay una parte de destructivo en ciertas manifestaciones políticas, artísticas y -también- falsamente religiosas. Pero todo es necesario: la política, el arte y la religión.

Un cordial saludo a ambas.

ybris dijo...

Me descubro ante tu claridad de ideas, amigo Dardo. Ojalá se moviera toda la actividad política dentro de tanta altura de razonamiento y tanto respeto a las ideas y a la verdad.
Después de perderme en la belleza de las imágenes de Fellini quizás haya de coincidir contigo en el carácter cuasi-religioso que aún mantiene el teatro y sus actores.
Tuve ocasión de comentar hace ya tiempo con un conocido autor de teatro -ya fallecido y marcadamente agnóstico- que llegaría a ser académico de la Lengua el hecho insólito de que asistiera a ceremonias religiosas en el Monasterio del Escorial simplemente porque, decía, no era posible mejor escenario para la representación teatral que allí se ofrecía.
Comprendo que, mientras las ideas políticas dependan más de la superficialidad de las impresiones que de la razón y su lenguaje sea, por tanto, más publicitario que sensato habrá que comprender la lucha de los unos por contrarrestar la influencia mediática de los famosos.
Sean obispos o actores.

Un abrazo.

J. G Centeno dijo...

¡Buenísimo Dardo! De lo más gracioso que has escrito, lo que he leido no en la entrada, sino en tu respuesta:
" No existe el Estado divinizado, el Estado paraíso. La religión aporta realismo al destruir este mito."
Que no existe, ni ha existido, ni va existir el estado paraiso, puede ser verdad, y ni siquiera los que aspiramos a una sociedad sin clases la consideramos paradisiaca. Pero afirmar, sin sonrojarse, que la religión aporta realismo es como para partirse la caja.
Sin animus molestandi ¿ustedes se ha visto practicar sus ritos? no ya un exorcismo que es algo hilarante, aunque el exorcizado no gire 360º el cocoroto, sino vuestro rito más común la misa dominical. No me diga que es aportar realismo el comer un trozo de oblea y afirmar plenamente convencidos que han comido un trozo de la carne de un señor crucificado hace 2000 años. La religión no solo no aporta realismo ninguno sino que además se aferra con uñas y dientes al pensamiento mágico-simbólico que atribuye a lo sobrenatural todo aquello que no es capaz de explicar.

Dardo dijo...

Querido Ybris. Celebro mucho que admires a Fellini. Por otra parte no me sorprende en ti que tienes un alma con talento estético. Es mi cineasta -artista- preferido. No sé, tiene un tratamiento a veces del pasado que parece futurista.

Tuve la ocasión de comprobar con un amigo filólogo el detalle con que reproducía en la película del Satyricon algunas costumbres y ritos de la antigüedad. Fidelísimo.

Pero sí; tú lo has dicho. Lo cierto es que los actores influyen. Lo vemos todos los días. Sobretodo se ve en lo superficial. No hay nada como poner un rostro de un artista famoso promocionando algo. Su estilo de vida, su manera de comportarse, se erige en una especie de patrón de conducta para muchos. En esto supongo que somos infantiles; actuamos por imitación.

Es obvio que influyen. Ya no entro si bien o mal. Seguramente que de las dos maneras. Digo que esto molesta. Por supuesto que es criticable. Lo que no es de recibo es estigmatizarlos. Pero tampoco a los Monseñores. ¡Ya somos todos mayores para que nos tutelen en lo referente a lo que debemos de oir!. ¡Vaya si no!.

¡Qué anécdota, Ybris!. Me imagino quien es el personaje. Ciertamente el acto religioso es una ceremonia teatral en la forma; sí, en esto hay una evidente conexión. Y, en fin, no nos sobrecoge acaso desde una primera impresión estética ciertos edificios religiosos. Un abrazo.

Vd., Javier, me lee como me lee; es decir, desde el remate del carnaval en Alpedrete. ¡Y luego se queja de que yo soy socarrón!. No sé si no le interesa intentar otra lectura o que pasa de ello. Pero sólo un apunte: En la historia ha existido lo que llamaríamos teología política. ¡Oiga los Césares eran considerados Dioses!. ¡Ni le hablo de las monarquías orientales!. Desconfío de los que quieren (encima secularmente) dar una visión totalizadora de la realidad. ¿Vds. se quejan de mesianismo?. ¿Los del mesianismo marxista que quieren establecer el reino de Dios sin Dios en la tierra, obligando a creer en esta nueva piedad?. Yo le tengo que ser también sincero: hay en lo cristiano -en esta cuestión- una mala lectura de S.Agustín (el agustinismo político o teocracia). Pero las religiones monoteístas dieron un golpe de muerte a los reyes terrenales divinos. Como hoy nos siguen insistiendo en que Dios ha muerto. Surge entonces esa nueva tentación. Claro; ya no es posible hacer Dioses personales seculares; pero queda la tentación de la idolatría.

Como yo cojeo, según Vd., le dejo esta reseña de alguien de su cuerda:

"En la izquierda histórica, el elitismo revolucionario bolchevique, dio lugar a trágicas experiencias de personalización del poder: Stalin, por ejemplo. El déspota revolucionario que sustituía finalmente a un partido de cuadros, que representaban la figura mítica de la dirección política, como vanguardia política revolucionaria. El culto a la personalidad y el vanguardismo son dispositivos de anulación del protagonismo popular, y ambos son producto de culturas políticas con valores reaccionarios. Hay toda una psicología social del líder autoritario que dibuja los perfiles del mito-cesarista. El Duce en Italia, por ejemplo, es un típico ejemplo del cesarismo fascista (http://www.aporrea.org/ideologia/a48818.html).

P.D.: He eliminado el anterior comentario porque he escrito "sobrecoje" en vez de "sobrecoge". Me estoy empezando a preocupar, don Javier. Me creo que su tic juanramoniano se pega; espero que no me contamine con su mesianismo secular. Esto sí que lo consideraría más grave. Tendré que poner un "cordón sanitario".

Cósimo dijo...

Yo creo que los obispos, muchos, sí tienen algo de artistas. Este finde, sin ir más lejos, he hecho el esfuerzo, nuevamente, de bajar de mi eucalipto preferido para ir a escuchar a uno en vivo y en directo. Debo decir que este obispo, no nombraré al pecador pero sí el pecado, sobreactúa, jamás le concedería el Tony, ni el Bafta ni el Oscar a la mejor interpretación. Era lo más parecido a un politiquillo de tercera fila. Me emocionó más Alec Guinness en El Cardenal, y Oskar Werner y Anthony Quinn en Las Sandalias del Pescador, de hecho hubiera propuesto a estos tres en una terna...

La religión es verismo en tanto es la proyeccción de una esperanza, de una utopía. El ritual es necesario, es escenografía, claro, pero la escenografía necesaria en cualquier cosa que pretenda tener una trascendencia. Otra cosa es que el que la recree no la sienta, no la interiorice, y otra cosa es el tipo de ritual y sus connotaciones, los protestantes, señor Centeno, no creen en la transubstanciación pero sí en el sentido eterno de lo cristológico: "Estaré con vosotros hasta el fín de los días."