domingo, 2 de diciembre de 2007

Caleidoscopio madrileño I.

¡Oiga, pero qué frío hace en la meseta castellana!.
Salgo con 18º de la costa mediterránea y me encuentro en Madrid con temperaturas que bajan de los 0º. Ni con el abrigo de mi difunto padre mitigo lo gélido del ambiente. Está claro que la Capital me recibe con frialdad.
El gabán de pura lana virgen tiene más de 40 años, aunque está impecable, y noto que no pasa desapercibido, debido fundamentalmente a su corte y diseño; el primero, con solapas más alargadas que el común y, el segundo, con una doble hilera en paralelo de botones que he visto en algún que otro retrato del XIX. Me pregunto si no pareceré el botones de un Hotel. Me consuelo pensando que los que me miran son todo turistas, y que yo soy una especie de castizo que está en su lugar: en el Madrid de los Austrias.
El caso es que en mi Almería no se gasta esa prenda; y resulta poco rentable, acometer la compra de una especie de tabardo fino para dos días apenas que aquí se usa. Esto es lo que yo pienso; mi madre que estaba más a la moda, no opinaba igual: ¡Hijo, qué antiguo eres!..
En el hostal que me han recomendado, el dueño me recibe mirándome las solapas; contempla el abc que llevo en la mano y al fin observa mi cara de no haber roto nunca un plato. Juraría que me sonríe con amabilidad; pero me queda la incómoda duda de si en verdad simplemente se regocija. ¡Ya me estoy empezando a molestar con las solapas!.
Mañana de trabajo. Reunión a las 09.30. Nada más entrar me quito el abrigo porque ya empiezo a considerarlo políticamente incorrecto y quiero evitar que tomen alguna medida paralela a la de represión de simbología antigua; no quiero que nadie vea las solapas, ni los botones en hilera. Turno de intervenciones. Algo de lo que he dicho le disgusta a un señor de Salamanca; le intento explicar que tal vez me he expresado mal o no me ha comprendido, y me dice que no le interrumpa cuando está en el uso de la palabra.
¡Oiga, pero qué fríos son los mesetarios!.
Hacemos un receso para que nos den el café con pastitas; aprovecho para, en privado, explicarle al charro lo que me impidió aclarar en público: Caballero; soy... y en modo alguno he pretendido quitarle el uso de la palabra; simplemente quería evitar el malentendido sobre...;porque me refería a ...... . ¡Ah!. Disculpe, me dice un poco azorado cuando ha advertido su error. Yo he pensado: ¡Sí, claro, pero el rapapolvo ya no me lo quita nadie!. Al hilo de la aclaración hasta se interesa en unos documentos creados por mí que comprende que le vendrían bien para su trabajo; no le digo nada y engullo un hojaldrito con chocolate y pienso inspirándome en Scarlett O´Hara en Lo que el viento se llevó, que jamás volveré a pasar hambre y que nunca llegarán a su poder; sin necesidad de poner a nadie por testigo de esta maldad mía.
Como el café y las pastas son gratis, hay auténtico colapso con las cafeteras; y las pastas de hojaldre con chocolate peligran. Afortunadamente logro coger otra.
¡Oiga, pero que pantagruélicos estos mesetarios!.
Terminada la reunión, comida con un colega y al hostal. Otra vez la risita del hostelero. Tengo que recordar el quitarme el abrigo al salir del ascensor, inmediatamente antes de franquear el dintel de esta hospedería. Siesta de una hora con tapones en los oídos; no es que haya ruído, es que así tengo un sueño de mejor calidad.

Por la tarde; a ver la nueva ampliación del Museo del Prado obra del arquitecto Rafael Moneo. Me cautiva sobre todo el interior de la ampliación del edificio de Villanueva; sin desdeñar la aparante simplicidad del exterior de rojo ladrillo macizo que descansa sobre granito grisáceo de donde surge una gigantesca puerta esculpida en bronce que semeja una enredadera vegetal. Pero ya digo; un interior de una sencillez majestuosa debida a una carpintería interior de bronce natural, paredes de granito, suelos de piedra de Colmenar y techos de madera de roble.

Exposición temporal sobre el siglo XIX. ¡Al fin una coincidencia con mi abrigo!.

Los pequeños naturalistas. José Jiménez Aranda (1837-1903)

La exposición temporal de los fondos del XIX es una oportunidad estética que no debemos perder. Goya, Madrazo (Federico y Raimundo), Fortuny, Aranda, Sorolla, Beruete, Gisbert, etc. El tema de los niños en la pintura me agrada sobremanera. He elegido el cuadro de Aranda de los niños observando a un escarabajo porque la escena indudablemente rememora esa actitud de fascinación de la infancia por el mundo en general; sentimiento que con el paso de los años perdemos. El pintor Aranda sufrió la terrible desgracia de la muerte de su mujer e hija; yo creo que es por esto por lo que sus retratos desbordan una gran ternura en el tratamiento de los niños.

Cierran el Museo. Me voy para el centro castizo. No encuentro oreja a la plancha. Me conformo con un vermouth de grifo, un bocadillo de calamares, unas patatas con torreznos y un trozo de tarta con café más un helado de nata. Al hostal, que yo soy ave matutina. Me quito el sobretodo en el ascensor; no está el dueño. Mañana será otro día.

¡Oiga, que me parece que he ingerido demasiado!

Continuará................


12 comentarios:

Blanca dijo...

Leyéndote me viene a la cabeza como primera impresión que eres un poquito agarradín... abrigo paterno del XIX, desayuno por la patilla...

...pero luego recapacito y pienso que yo soy como tu (y no tengo nada de agarrada). No me gusta comprar ropa, con la que tengo pienso que me llega y puede ser que más de una vez vaya vestida de "mariquita pérez"... odio gastar en ese tipo de cosas, aunque no tengo el más mínimo inconveniente en dejarme las pestañas en libros, teatro, música (en directo, jejeje) o viajes. O en regalar a los demás, porque disfruto más viendo la carita del obsequiado que recibiendo yo la dádiva.

En cuanto a que te inviten a desayunar, comer, merendar o cenar... ¿qué quieres que te diga? si hay que aguantar que alguien te diga "¡¿Por qué no te callas?!"... se hace... y sin rencores ni represalias... si todos hubieran hecho éso, igual no habrían perdido un referendo...

A mi tampoco me gusta el frío que hace en los Madriles, prefería mil veces la suave temperatura norteña de mi Oviedín del alma... y a ver si la próxima vez que vienes por aquí te dejas ver, que ya me gustaría tomar un café (sin tarta) contigo.

Un abrazo

animalpolítico dijo...

Pues yo cuando voy a Madrizzz en invierno siempre pienso que la temperatura es bien suave...

Lo bueno de tu abrigo es que se te coge mejor por las solapas para aclararte los conceptos que necesites. Seguro que el charro de tu historia lo hubiera hecho si no te lo hubieras quitado...

Dardo dijo...

Blanca; ¡¿o sea que soy "más agarrao que un chotis"?!. Según con quien y según para qué; bien te lo imaginarás. Lo del abrigo es verdad que aquí lo utilizamos apenas dos o tres veces en toda la temporada; por el contrario tenemos abundancia de lino y algodón para el verano. Pero está claro que tengo que amortizarlo aunque cumple a la perfección su misión, pero está pasado de moda claramente.

Pero, mira por donde, uno que sé yo, ha advertido una utilidad algo embarazosa para mi persona y dignidad.

Normalmente cuando voy a Madrid es en ida y vuelta en el mismo día. Llego primera hora y vuelvo a casa en el último avión de la tarde. No me da tiempo ni a pisar el suelo.

En esta última ocasión me permití el lujo de quedarme el viernes por la tarde y sábado por la mañana para ver el Prado nuevo y el Thyssen. ¡Y muy contento!. Aunque me tuviera que venir en tren. Si surge la ocasión te aviso y nos tomamos un café (tú sólo y yo con algún pastel; ¡¡y pago yo, que conste!!. Un abrazo.

Animal; y yo que creí que con la lámpara de Diógenes había encontrado un hombre justo en tu persona. ¿Ha sido esto un espejismo? (ja,ja). Mira; después de todo no pude dejar de reirme al asociar injustamente carácter y geografía. Yo hasta ahora asociaba Salamanca a Unamuno, a un antiguo amigo que estudia filología inglesa allí y a un blogger entrañable. Ahora también la asocio a un "tonto a las tres" que me hizo quedar mal.

Te voy a retirar lo de blogger entrañable. Lo del corporativismo charro me ha llegado al alma. Por cierto; cuidado con cogerme de las solapas; ya que en esa posición un movimiento ascendente de cualquiera de mis rodillas podría terminar su trayecto en la zona inguinal; concretamente: en la madre de la testosterona que parece ser están muy sobrados en la meseta. Un abrazo.

Freia dijo...

Dardo, ¡qué delicia de entrada!
Una mesetaria

Dardo dijo...

Freia. Gracias. Por un momento pensé que te referías a mi propia entrada incómoda al hostal. Seguiré cuando pueda con la II parte.

Saludos. ¡Está claro que tienes más ascendiente moral sobre tu querido Bolche que yo!. A mí no me hace caso; y luego pretende que lo defienda. ¡¡Va listo!!.

M dijo...

Lo bueno de Madrid es que cada uno, lo entendemos a nuestra manera...

A mi, me suele sobrar el abrigo, no doy un paso por la oreja, y ni hablamos de la siesta...


Un saludo,
Hilda

Anónimo dijo...

Anda¡ eras tú ese del abrigo que comentaba todo el mundo en La Cibeles?¡¡ No se hablaba de otra cosas, oyes... (jijijiji)

Ays..., estos de las comunidades¡

Un besito, (conozco yo un sitio por detrás de la Puerta del Sol que te ponen una oreja a la plancha que tel la marinera¡

Besitos fuertes,

Dardo dijo...

¡Sra. Marquesa Viuda de Titirimundi!. Desde luego que cada uno entiende Madrid como le viene en gana; faltaría más.

Y para que Vuesa Merced me comprenda: ¡Hubiera dado por un plato de oreja "mil millones y diez infinitos"!.

Y lo de la siesta es sagrada. Utilizo tapones y pijama. Y cuando la próstata me falle, emularé a don Camilo y tendré a mano un orinal.

Por cierto; que tiene Vd. una galería de lo más interesante. Pero, oiga, no se meta con mi modo pacífico de discurrir por esta vida.

¡Y sepa Vd. que gracias a las orejas tenemos la virtud de escuchar!. ¡Y que yo sepa para este menester ya no les sirve a los sacrificados puercos!.

¡¡Ay, Madeleine, que eras tú la que te desternillabas de risa en la Cibeles!!. Esta te la guardo.

Freia dijo...

Ja,ja, dardo. Espero que no dejes de defender a don Bolche. Lo que ocurre es que nos conocemos desde hace tantos años que eso me otorga absoluta impunidad a la hora de hacerle chantajes afectivos de toda índole. Eso sí, con permiso de su señora, naturalmente.

Sigurd dijo...

Tras su entrada me arrepiento de haber cancelado mi primigenio plan con el que pretendía pontear el viernes ...

Tengo unas ganas inmensas de ver esa reforma del Reina Sofía y perderme por sus salas.

Creo que el cuadro "Los pequeños naturalistas" no influenció a Peckinpah en la primera escera de Grupo Salvaje, donde los niños alrededor de los que creo que era un escarabajo, carecían de esa inocencia.

Hhhmmm bocadillo de calamares ....

Cordiales saludos.

Dardo dijo...

Del Reina Sofía no, amigo Sigurd, del nuevo Prado surgido de la ampliación del edificio de Villanueva. Ya verá como le resultará grato; ya no sólo el edificio que sólo por esto vale la pena la visita; sino las dos exposiciones temporales; aunque yo sólo pude ver la del siglo XIX. Aunque el Reina Sofía desde que absorbió los fondos de Arte Contemporáneo también es interesante.

Es Vd. la monda. De todas maneras Peckinpah también es un poeta a su manera. Pero que quiere que le diga; lo considero a él y a Tarantino nada aconsejables. A mí esa fascinación por la violencia me parece enfermiza casi digna de censura.

Calamares dulces de verdad los hay en la costa cien mil veces mejores. Pero los bocadillos de tal (aún a sabiendas de que son congelados), como en el Madrid castizo o en el tubo de Zaragoza no los he encontrado mejores. ¡Que Vd. y su familia lo pasen bien este puente; que se lo merecen!.

Gonover dijo...

Para los que vamos del Sur a Madrid, creo que esta entrada sencillamente nos produce, sobre todo, frío.

Dardo, tu escritura ha provocado que me entre frío.

Es lo que tiene ser del Sur, que a poco que subimos, nos falta ropa de abrigo, y las del siglo pasado parece que abrigan más, ¿verdad?