¡Cállate!..¡grxlmnfaborrgahhhhhh!

Estas fiestas y fechas se caracterizan por una imperiosa trashumancia que altera nuestra rutina y costumbres. Tal es así que mi voluntad sufre una abducción, debida a que programan mi presencia sin contar con mi aquiescencia. Creo que en la ciencia física deberían tener en cuenta a la cinética sentimental como la causa de este errático deambular. Se me hace complicado oponerme a esta energía espiritual. Aunque tiendo a la misantropía; mi sentido de la educación y de la sincera cordialidad me obligan a capitular incondicionalmente. A esto los guasones lo llaman ser calzonazos.

Sí, claro, ríanse; pero Vds. no conocen a mis tatas y su influjo gravitatorio. Sólo la referida cinética sentimental puede explicar como en cuestión de segundos toda mi persona se vuelve fútil al dictado de estas arpías. Me siento condicionado; soy algo así como un satélite geoestacionario al compás de estas grandes estrellas solares.

El caso es que desde hace ya varios años la Noche Vieja la organizan estas brujas en contubernio con otras dos sobrinas suyas; también de la misma cofradía nigromántica (sí, claro, son todas socialistas). Y en esta ocasión tocaba en casa de unos amigos. Profesores con vocación ambos; y ella, además, una polifacética artista de las artes plásticas.

El ¿por qué no te callas? está claro que es cosa de soberanos. Y en las casas éstos son los niños; no le den más vueltas. Afortunadamente los infantes no sucumben a la magia de las hechiceras; con ellos no valen sus conjuros. En el hogar de los anfitriones, los santos reyes son Marquito que tiene unos cuatro años y Arturito, su hermano, que creo anda por los ocho.

Marquito nada más verme y oirme saludar me espetó: ¡Cállate!..¡grxlmnfaborrgahhhhhh!. Si algo tengo claro en esta vida es que hay que hacer caso a un liliputiense que me conmina ataviado con una cinta de color verde pistacho de guerrero ninja, aunque no anudada a su cabeza como sería lo correcto; sino que enlazaba su barbilla con su mollera (semejando un enfermo de las muelas). ¡Hagánle caso; creánme!.

In vino veritas (en el vino está la verdad); lo que dejó aflorar nuestra íntima verdad que no es otra que la amistad. Pero los niños, más auténticos y espontáneos, no necesitan el jugo de Baco; ellos mismos embriagan con sus ocurrencias.

Marquito se subió a una silla; hizo la señal de V con una de sus manecitas y toda la emoción que tenía la quería concentrar en su pequeño rostro gesticulante y en la arenga vibrante y furiosa en un críptico prelenguaje que ninguno supimos traducir, pero que todos entendimos muertos de risa. ¡Ya quisieran los políticos ser tan directos!.

Con los palillos de dos aperitivos inventamos ambos un par de banderillas con la que él hacía de toro y yo de torero. Y vino que ni pintado porque el abuelo es toda una autoridad taurina de la provincia.

El caso es que el niño debía estar muy agradecido y contento conmigo, porque me trajo algo parecido a la cagarruta del gato de la familia (al decir de su abuela) que depositó como regalo en mi inmaculado plato. Y yo como soy omnívoro me atreví a hincarle el diente. ¿Acaso nuestros antepasados no se tuvieron que aventurar, a probar toda clase de incógnitas porciones de no se sabe qué, para dejar fijado que cosa es o no comestible?. Pues sí. Yo confié en este diminuto ser y me encontré el regalo de una castaña recubierta de chocolate negro. ¡¿No me digan que no es un Sol este niño?!. Y su abuela: ¡Una pesimista sin atisbo de esperanza en las nuevas generaciones!.

Luego me tocó Arturito. Su pretensión era en toda la noche ganarnos a todos los juegos que sacaba. Su afán era dejar patente nuestra torpeza. ¡Oiga, tampoco es tan difícil!. Retar a un niño es algo temerario; no conocen el cansancio.

Me tuve que concentrar en los mayores. Todos de la misma cuerda ideológica. Yo siempre soy discordante. Como estaba un poco chispa y para chincharles les tuve que contar la primera medida económica de la temporada: El Ministro Sr. Solbes había prohibido los tacones de aguja para evitar que suba el conejo. Vds. me perdonarán; pero es que a veces estoy ordinario y sembrao (como dicen por estos lugares).

¡Que quieren que les cuente!. ¡Bendita cinética sentimental, que hace que un niño me regale una castaña recubierta de chocolate!. !No hay nada más auténtico!.

Feliz Año Nuevo. Yo voy a tener suerte. Recuerden: he empezado con una "cagarruta" en el plato.