martes, 18 de marzo de 2008

Resistencia y sumisión. Un epistolario desde la prisión de Tegel.

Moloch. Una recreación a partir de El triunfo de la voluntad de Leni Riefensthal. Una reflexión en imágenes sobre lo perturbador de cómo el mal se nos reviste de ilusión, de luz, aparentando ser bien.


En la vida de una persona, diez años son mucho tiempo. Así comienza el prólogo del libro Resistencia y sumisión del teólogo y pastor evangélico alemán, Dietrich Bonhoeffer.
Vivió nuestro autor en una época turbulenta (1906-1945) y en un contexto político insoportable (el III Reich); pero como él nos confiesa en sus cartas desde la prisión preventiva militar de Tegel (a las afueras del entonces bombardeado Berlín), daba gracias por haber tenido una vida plena, colmada por un ambiente de amor y amistad.
Sin duda no perdió el tiempo; y con ello no desperdició el bien más valioso del que disponemos por ser el menos recuperable. El análisis de lo productivo o no del paso del tiempo, lo hacía desde el parámetro de los resultados obtenidos colectivamente en el terreno de lo humano.
Y esto desde la sensación de no tener suelo bajo los pies. Preguntándose entonces ¿quién se mantiene firme? ante la gran mascarada del mal que se nos aparece perturbadoramente bajo el aspecto de la luz. Hallando ese suelo o firmeza en aquél para el que su norma suprema no es su razón, sus principios, su conciencia, su libertad o su virtud, sino que es capaz de sacrificarlo todo como respuesta a un llamamiento.
Es el hombre libre imbuido de coraje cívico. Es también un hombre que no se puede permitir despreciar a los demás hombres. Es el que considera a los otro hombres más por lo que sufren que por lo que hacen o dejan de hacer. El que considera que la única relación fecunda con todos es el amor o la solidaridad; sobretodo con los más débiles.
Es un hombre, pese a todo, confiado en la esperanza de que el bien debe triunfar porque el mal es absurdo e ineficaz. Que cree en una justicia inmanente; que se restablece de forma natural. Algo así como una reluctancia a los cambios forzados, contrarios a las leyes de la conviviencia humana. Esa confianza se basa en la creencia en nuestra capacidad de resistencia. Y que esa misma confianza en los demás es uno de los dones más fecundos de la convivencia humana. Amplitud de corazón y optimismo como bienes saludables de esas realaciones humanas.
D. Bonhoeffer es detenido el 5 de Abril de 1943 (previamente se le había prohibido impartir clase de teología en 1936 por su oposición a la Iglesia oficial del Reich y pasarse a otra rama protestante, denominada Iglesia confesante, celosa de su autonomía frente a un poder político que en sus habituales vueltas de tuerca propuso las llamadas claúsulas arias que impedían a los cristianos de ascendencia judía ser miembros de la Iglesia oficial). Entonces no lo sospechaba pero el Tribunal de Guerra del Reich no le iba ya a dejar salir; pese a que en su causa penal no iba a ser probado ningún delito. El era sabedor y en cierta manera alentador de la conspiración para atentar contra Adolfo Hitler que se tramaba en círculos de allegados. Y es que la situación alemana le hace reflexionar sobre la resistencia contra la leyes injustas y a la vez la obligación de respetar las leyes de la comunidad. Este equilibrio es el que da título a su epistolario.
Su estancia en la prisión de Tegel la considera una prueba; un reto del que intuye que saldrá fortalecido.
Resulta impresionante como hace suya la canción de Hugo Wolf: “De la noche a la mañana, de improviso se presentan la alegría y el sufrimiento; más ambos te abandonan antes de que te percates, y se dirigen al Señor para comunicarle cómo los has soportado”.
Continuamente invoca la alegría; alega ser varonil y fuerte confiando en Dios. (Mi suerte está en tu mano. Del poder líbrame de mis contrarios; defiéndeme de los que me persiguen). Se trata de reprimir la intranquilidad y el rencor por la situación personal. Porque la tribulación permite tener una visión más completa de la vida humana. Incluso estando separado de su familia (algunos de ellos también presos políticos) se siente en comunión con ellos. No supera la prueba del presente, ni la del futuro quien permite que los acontecimientos y los problemas le desgarren. Todo en el fondo es un proceso de decantación.
Se declara también a favor del perdón, que es el que permite la vida en comunidad. El aceptarse tal como somos y perdonarnos a diario de corazón.
Los bombardeos sobre Berlín confinado como estaba en su celda, le hacen pensar más en sus familiares que en él mismo. Nos señala así la íntima conexión que existe entre la vida de uno y la de otros seres (la falsedad del individualismo). Y es que somos sobretodo lo que hemos recibido de los demás. No llegamos a ser un ser completo por nosotros mismos, sino sólo en comunión con los demás.
En ese tiempo de congoja lo peor es caer víctimas de la desilusión y de la amargura; cuando debería ser un período de fortalecimiento.
Es tan profundamente cristiano que llega a comparar la celda de una prisión con el tiempo de adviento.
Su cristianismo rehuye lo religioso. Desconfía del homo religiosus. La alegría de la vida es también cristiana; y no sería tal , ni humana, renunciar a ella. Por eso el amor terrenal tampoco es contrario a la esencia de lo cristiano. Pero también desconfía del cínico que pretende pasar por honesto ese afán por poner todo al descubierto; como si el hecho de exhibir el mal (que también es realidad) sirviera para su erradicación. Decir la verdad con cinismo es mentir.
Traidición y memoria moral. En tiempos agitados hemos de volver la mirada al pasado fructífero de nuestra herencia interior. Los bienes de la justicia, la verdad, la belleza, en general, todas las grandes realizaciones requieren tiempo, perseverancia y memoria. Cree que existen unas verdades básicas, a las que tarde o temprano la vida siempre retorna.
Pero decía que en su posición sobre ¿qué es el Cristianismo? parte de su diagnóstico de una nueva época totalmente arreligiosa. Nos habla de un cristianismo arreligioso en el contexto de una sociedad arreligiosa. Por eso se pregunta ¿cómo hablar mundanamente de Dios?. Es decir, interpretar y anunciar de manera no metafísica e individualista (doctrina individualista de la salvación del alma). Un lenguaje no religioso como clave para una nueva comprensión. La interpretación mundana tiene que ver con la salvación de la comunidad también aquí en la tierra (Reino de Dios en la tierra). Pues lo que está en el evangelio más allá debe existir y tener una utilidad en el aquí (no pudiéndonos desenteder de nuestros semejante en la historia). Es hora de hacer justicia entre los hombres (“la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es pefecto. Prov.4,18). En esta nueva comprensión, Dios no es un tapa-agujeros de lo que desconocemos. El hombre es mayor de edad. Desde Kant, Dios ya sólo ha conservado un espacio más allá del mundo de la experiencia. Entonces llega a la conclusión de que la idiosincrasia del cristianismo frente a las demás religiones es que Dios nos ha abandonado (Dios mío, ¿por qué me has abandonado). Mt.8,17); porque nos impone vivir sin Dios, pero está con nosotros aunque le hemos echado. Que hemos de vivir como hombres que logran vivir sin Dios. Sólo así; rehuyendo lo religioso es posible participar. Ser cristiano es ser hombre; y el auxilio divino viene por nuestras propias manos ofrecidas a nuestros semejantes. Dios (al que ya no tenemos como hipótesis de trabajo; al que hemos echado) es débil;nosotros somos sus artífices. La tarea es el prójimo. La Iglesia sólo es tal cuando existe para los demás.
El 20 de julio de 1944 se comete el atentado frustado contra el Fürher (http://www.temakel.com/ghstauffenberg.htm).
La situación de D.Bonhoeffer (se le traslada a un sótano de las SS entre rejas; su hermano Klaus y su cuñado Rüdiger son torturados; las visitas de familiares se suceden entre insultos de los carceleros) y en general la de los presos políticos alemanes va a experimentar una degradación paulatina. El avance ruso desata la histeria en el régimen y deciden asesinar a cuatro mil presos políticos alemanes. Es ahorcado desnudo el 9 de abril de 1945. Otros miembros de su familia fueron fusilados.
La traducción española del libro Resistencia y sumisión de D.Bonhoeffer está publicada por la editorial salmantina Ediciones Sígueme; en una edición muy cuidada, con un índice de citas bíblicas, otro de nombres y uno final de conceptos. Su precio es de 24 euros.

20 comentarios:

SPOOK dijo...

Ensalzar a Dietrich Bonhoeffer y su maravillosa teología de la historia es INCOHERENTE con la defensa de Benedicto XVI y su tomista realidad dual.

ybris dijo...

Impresionante la heroicidad de Bonhoeffer en tiempos en que pocos se atrevían a resistir al nacismo.
Un auténtico mártir.
Ciertos males son males aunque sus perpetradores los ejecuten como si fueran bienes.

Un abrazo.

Unknown dijo...

Este testimonio demuestra que no se puede destruir la firme creencia en Dios. Al final a los destructivos sólo les queda eliminar a la persona y fracasar doblemente.

Vicente Fisac dijo...

Gracias a Internet he podido volver a contactar –después de muchos años- con personas que fueron muy importantes en mi vida, como por ejemplo vuestra amiga bloguera “Blanca/Utopía existe”.

Le he colgado un homenaje en youtube:
http://www.youtube.com/watch?v=FFnZiT5E-hA

Freia dijo...

Lúcido y terrible el vídeo y terrible su título.
Lúcido, denso y espléndido su ensayo, Dardo, sobre la figura de Dietrich Bonhöffer.
Ya sabe Vd. que hasta la entrada de Cosimo, no sabía quién era el personaje, pero después, curioseando un poco por aquí y por allá, descubrí un ser humano fascinante y cuyo pensamiento ha enriquecido enormemente a varias generaciones.
En cierto modo, yo también estoy de acuerdo con la pregunta de formula elonim. No son líneas de actuación y pensamiento precisamente muy compatibles.
Le dejo un enlace sobre el tema, aunque estoy seguro de que ya lo conoce.
No he conseguido encontrar el lied de Hugo Wolf que Vd. cita entre mis discos, pero le dejo un regalo de domingo de Resurrección de otro Dietrich también digno de recordar.
Un abrazo Dardo.
Lamento no haber podido leer hasta ahora su entrada pero el artículo se merecía tiempo y dedicación

Dardo dijo...

Ybris; sí que es impresionante y sobretodo estimulante. A propósito del mal él habla de lo que denomina justicia inmanente; que sería algo así como que el río vuelve a su cauce natural frente a los artificios no naturales. El epistolario auna tristeza y esperanza, pese a que sabes desde el principio que va a morir, él acepta su destino. La esperanza es sobretodo la confianza en que las nuevas generaciones serán más fuertes y maduras para afrontar la tarea de perfeccionar este mundo. Un abrazo.

C; eso es verdad. La fuerza de los débiles es de lo más estimulante. Pero lo que sí quiero incidir es en esa entrega y preocupación -incluso alegría que no quiere que se la roben- con que afronta todo esto.

SPOOK dijo...

La tristeza de la muerte personal
La alegría de la fe en la humanidad, en el progreso del “homo erectus” hacia el “homo éthicus” pasando por el “homo sapiens”.
(Proyecto Esperanza - Juan Arias, editorial Aguilar)

Dardo dijo...

Vicente; fenomenal ese reportaje sobre nuestra Blanca. Te dejo contestación en tu blog. Creo que esas instantáneas reflejan bastante algo así como su personalidad tan atractiva. Desde luego es que tiene la virtud de no dejar a nadie indiferente. Esto aunque le pesa; en el fondo es una virtud; aunque le traiga algún que otro disgustillo.

Mi querida Freia. Gracias por la dedicación de su lectura. El culpable de esta mi reseña es nuestro Cósimo. Yo apenas lo conocía por alguna que otra cita (de Ratzinger precisamente). Y éste último dice textualmente "es sabido que Bonhoeffer afirmó que ya es hora de acabar con un Dios a quien hemos convertido en un tapaagujeros cuando ya no tenemos fuerzas, a un Dios que podemos invocar cuando ya no podemos más. No deberíamos encontrar a Dios ni en nuestra necesidad ni en nuestra negación, sino en la plenitud de la humanidad y de la vida, pues sólo así se mostraría que nuestro Dios no es una excusa inventada por nuestra necesidad, excusa que sería superflua a medida que se alargan los límites de nuestras capacidades. En la historia de la lucha humana por Dios están los dos caminos y a mi juicio -dice Ratzinger- ambos son legítimos. Tanto la precariedad de la existencia humana como su plenitud apuntan a Dios" (pag. 90-91 de Introducción al Cristianismo).

Pero -amiga- ¿donde ven Vds. la incoherencia?. Les recuerdo que este es un blog personal y no la oficina delegada de ninguna organización católica. Yo no establezco, ni pretendo establecer ningún canon ortodoxo, pero tampoco me gusta que me impongan otros cánones heterodoxos de regusto gnóstico y para nada lo digo refiriéndome a Bonhoeffer. Crítiquen Vds. todo lo que quieran la ortodoxia católica. Si lo hacen sin cinismo seguro que será también estimulante. Algunos quieren polemizar a la fuerza. Es paradójico que por quienes se confiesan ateos -con todo mi respeto- me hablen de coherencia y apostillen su posición desde el sentido que le halla a la historia un teológo que por definición hace entrar en la historia de la humanidad a un Dios hecho hombre. ¡Vds. sabrán!. La entrada ha sido la reseña de un libro estimulante y que me ha procurado una honda emoción. Me alentado a tener una mirada más comprensiva y afectiva hacia mis camaradas evangélicos. Lo que ya de por sí es para mi un avance. Y esto es lo que de buena fe quería trasladar. Lo demás, en fin, está claro por donde va y lo que quiere provocar. Celebro ese optimismo por el futuro y por adivinar en la historia una línea ascendente de felicidad. Esto es estimulante también. Pero es lo cierto que estamos al borde del abismo con las posibilidades tecnológicas (autodestrucción). Y como dice el tango el siglo XX ha sido un dechado de maldad infinita. Bien, reitero, es estimulante. Seguro que en todo lo gnóstico, en todo lo que es redimirse por uno mismo y no por algo externo, identificar mal con ignorancia y no con pecado, hay algo de verdad y de error también. ¿Es incoherente encontrar aquí y allá elementos que aparentemente antitéticos nos hagan comprender de manera diferente todo esto?.

Gracias por el enlace y el regalo -como siempre- impagable querida en un día como hoy (Pascua de Resurrección). Sí; podemos decir como la canción: Tengo bastante, tengo al Salvador.

SPOOK dijo...

¿Dónde está la paradoja?
No se trata de apostillar ninguna posición. Es el reconocimiento de una posición compartida en el optimismo.
Es posible coincidir en parte sin estar de acuerdo en todo. Y a partir de ese común se puede laborar por los mismos objetivos. Claro, para eso es necesario ser tolertante y no reivindicar la posesión de la verdad absoluta, hay que estar en disposición de aceptar la bondad del discrepante, hay que renunciar a condenar, hay que aceptar que también hay salvación fuera de la propia doctrina.

Pregunta usted que donde está la incoherencia. Se lo explico.
La incoherencia y la impostura de la iglesia romana está presente en toda su historia.
Una doctrina que se auto-adjudica la verdad absoluta y eterna como posesión en exclusiva por revelación divina tiene una historia radicalmente contraria a tal presupuesto.
No es necesario recordar los errores que en asuntos de ciencias naturales se ha visto obligada a corregir.
Tampoco su propuesta ontológica ha sido, ni es, verdad eterna.
La visión deshumanizada que defendía en el medievo fue sustituida por el humanismo siguiendo el éxito de la cultura renacentista.
Más modernamente, la condena de la libertad, que tan firme mantuvo en el siglo XIX, ha sido borrada de su doctrina.
La doctrina de la iglesia romana siempre ha estado a remolque del progreso pues como todo poder desea conservar las condiciones de dominación.

De una doctrina que se dice la única verdadera sería de esperar que estuviese en la vanguardia de la sociedad iluminando con su verdad.
La historia no ha sido así. Y el presente tampoco.
¿Qué ha sido del feminismo en la iglesia romana? ¿por qué tardó tanto en reconocer la igualdad de la mujer?

NO, una doctrina que ha sido revelada por dios no puede esperar a que Green Peace y otras miles de organizaciones se le adelanten en condenar la contaminación.
Su última relación de pecados ha llegado con mucho retraso.
Pero eso no es óbice para que se crean que son los mejores, los únicos que tienen la verdad, el derecho divino a adoctrinar a nuestros hijos.

Esta es la historia de su doctrina. Fracaso tras fracaso en su intento de oponerse al progreso. Y cuando se ve obligada a cambiar de verdad nos intenta convencer que es de su propiedad.
Esa es la continua impostura e incoherencia. Llegar los últimos y tratar de colocarse los primeros.

Cósimo dijo...

Buff, he escrito un comentario largo y se me ha borrado... en fín, lo sintetizaré.

Cuando Bonhoeffer habla del Dios tapagujeros no está haciendo una mera reflexión a las expectativas emocionales del ser humano, está hablando del gran problema de la secularización: siglos utilizando a Dios para dar explicación a todo el conocimiento y desconocimiento humano y llegados a la edad contemporánea ya no es necesario porque la ciencia nos da todas las respuestas. esa es la perspectiva que yo entendí en Bonhoeffer... aunque admito que a su santidad le ha quedado bonita la reflexión.

Me alegro Dardo de que le haya gustado nuestro Dietrich, me admira su interés y estimulo en el descubrir cosas nuevas.

P.D: intentaré responderle en mi blog a sus recientes declaraciones.

Dardo dijo...

Cósimo; es así, claro. Pero la reflexión de Ratzinger no excluye -si bien la traslada como tangencial- la que Vd. ha apuntado (habla de que esta necesidad se convierte en superflua a medida que se ensancha lo científico). El contexto de la reflexión de este otro teólogo (de Tubinga) es el análisis filosófico-religioso de las fuentes de la experiencia religiosa (sus raíces). Una primera raiz es la propia experiencia de la existencia personal y aquí es donce se dan esas palabras que, insisto, implícitamente también implican un agotamiento de la metafísica.

Gracias a Vd.

Ni se moleste en reponder en su blog a lo que ha sido un sainete protagonizado por mí para que nos ríamos todos y se envanezca nuestra "Arbol". A veces me gusta gastar estas pequeñas bromas.

Gonover dijo...

Tienes un recado en mi blog, Dardo.

Saludos.

Freia dijo...

Querido Dardo:
Le debo una respuesta desde hace una semana e intentaré dársela, aun cuando sé que el diálogo es desigual, dada mi manifiesta ignorancia sobre ciertos temas teológicos.
En primer lugar, he de confesarle que si alguien me hubiera puesto la cita de Ratzinger que Vd. ha escrito, en una cata a ciegas (no confundir, con una cita a ciegas, valga el juego tonto de palabras), confieso que, ni por lo más remoto, habría pensado que es de quien es. Nunca he dudado de la valía del actual papa como teólogo, pero siempre ha sido para mí más accesible su mensaje pastoral que intelectual y aquél sigue sin convencerme en absoluto. De todas formas, no debería haberme dejado llevar sólo por el tópico del saber ratzingeriano. Entono pues, con total humildad, el mea culpa.
Lo que sí me gustaría aclararle es que, en todo caso, nunca pretendí acusarlo de incoherencia, sino que sólo intenté manifestar mi asombro y extrañeza ante lo que consideraba líneas de pensamiento incompatibles. Lo poco que he leído sobre la vida y obra de Bonföffer me lo muestran como alguien de mente abierta y perfectamente imbuído de ese logos cristiano, al que Vd. suele aludir. Sin embargo, la praxis de monseñor Ratzinger durante su estancia al frente del tribunal de la Inquisición y la intolerancia de la que a veces sigue haciendo gala, difícilmente me ayuda a considerar compatibles ambas líneas de pensamiento.
Por lo demás, soy yo la menos indicada para hablar de incoherencias religiosas, ni seré yo quien le lea la cartilla a nadie. En primer lugar, por mi ignorancia al respecto y bien que lo siento. ¿Sabía Vd. que aunque ya entonces creía firmemente que Dios no existía, quise matricularme hace muchísimos años en la Universidad de Comillas, en Madrid, de Teología y que no me dejaron por ser mujer?. Más tarde quise hacer filosofía pura, pero sólo había clases por la mañana y y yo ya trabajaba. Precisamente porque no creía, supongo que necesitaba encontrar algo que me convenciese de lo contrario. Hoy ya no siento esa necesidad.
Sin embargo, lo quiera o no, he nacido en una sociedad católica, tuve enseñanza religiosa, aprendí historia sagrada, recibí varios sacramentos y aun hoy, no reniego en absoluto, de parte de mi educación y mi cultura. No podría haber estudiado Historia del Arte, sin disfrutar de las obras que la religión ha inspirado, propagado, financiado. Y qué decir de la música...
Acepte pues por tanto mis disculpas por el prejuicio manifestado (aunque sigo sin estar de acuerdo con determinadas actuaciones y manifestaciones del papa) y tenga por seguro que no he pretendido acusarle de incoherencia ni de ser ls sede oficial de la jerarquía católica (eso ni se me ha pasado por la cabeza).
Creo que una de las razones por las que goza Vd. de tanto predicamento entre la rojería es precisamente por lo contrario.
Bien, esta condesita frivolona y casquivana debe retirarse a sus habitaciones privadas porque ya llega con retraso a tomar el té con el señor conde.
Un abrazo dardo

SPOOK dijo...

Francisco J. Laporta es catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid

La religión y su sedimento moral han ido siempre detrás de esas conquistas éticas, y generalmente en contra de ellas. Incluso la idea de derechos humanos, corolario directo de ellas, fue negada y perseguida sañudamente por la jerarquía católica hasta bien entrado el siglo XX.
(El Pais 04/04/2008 )
Empieza a ser irritante el tono de superioridad moral con que muchos de los fieles de cualquier confesión o credo y las jerarquías religiosas que los propagan han dado en mirar a quienes adoptan ante la convivencia civil y la enseñanza una postura agnóstica y laica. Ahora insisten en ello las autoridades católicas, con Joseph Ratzinger a la cabeza y los obispos españoles haciendo de coro repetitivo de sus manidas orientaciones morales. Igual que los de cualquier otra antigualla religiosa, vuelven los católicos a la cantinela de que la familiaridad con la ética y las exigencias de la moral son una prerrogativa de los creyentes de la que probablemente carecen aquellos que no comulgan con fe religiosa alguna.
Resulta asombroso contemplar cómo se ignora la evidencia de que una parte no menor de los grandes desastres morales de que hemos sido testigos durante años y años se ha producido en nombre de creencias religiosas o ha sido provocado y alentado por quienes decían obedecer tales convicciones. Y no menos sorprendente es admirar -porque es, en efecto, algo tan paradójico que es casi admirable- la facilidad con la que esos credos se armonizan con prácticas políticas y económicas de las que sabemos con toda certeza que -ésas sí- son la causa del dolor, la pobreza y el sufrimiento de millones de seres humanos, es decir, de la gran inmoralidad contemporánea.
La complicidad de tantos prelados y fieles con la apoteosis del libre mercado, las dictaduras más inmundas o los nacionalismos más excluyentes son ejemplos bochornosos de esa paradoja. Y sin embargo los únicos que parecen responsables, los únicos a quienes se reputa de inmorales, son los que han renunciado a guiar su vida o su conciencia civil por creencias de esa naturaleza. Ante tal argumento perverso me propongo reivindicar la superioridad moral del laico sobre el creyente.
Con esta nueva monserga integrista se nos quieren escamotear de nuevo más de dos siglos de pensamiento. Por poner un nombre: en 1793 empezaba Kant su prólogo a la primera edición de La religión dentro de los límites de la mera razón con una afirmación que, digan lo que digan, es ya incontrovertible: "La moral no necesita de la idea de otro ser por encima del hombre para conocer el deber propio ni de otro motivo impulsor que la ley misma para observarlo". Para decirlo claro: la moral no necesita de la religión; se basta a sí misma, sin esa clase de andaderas, porque tiene un sustento suficiente en la racionalidad humana. Este elemental punto de partida sirve para definir lo que puede ser la moral de un laico frente a esa otra moral necesariamente débil y vicaria que es la moral del creyente.
Lo que triunfa con el impulso ético ilustrado, la tolerancia religiosa, y la separación Iglesia-Estado, es la idea de la esencial igualdad moral de los seres humanos al margen de sus convicciones religiosas; la idea de que no es la religión lo que confiere su calidad moral a las personas, sino una condición anterior que no es moralmente lícito ignorar en nombre de religión alguna y que no debe ceder ante consideraciones de carácter religioso. Esa igualdad constituye el núcleo de la ética contemporánea, y con ella también de toda política justa, porque exige del poder que no haga distinciones en la estatura moral de sus ciudadanos.
Y esa idea de dignidad humana que sustenta todo el edificio de la moralidad laica se funde con la noción de autonomía de la persona como capacidad de conformar en libertad y a partir de sí las convicciones morales y los principios que han de presidir el proyecto personal de su vida. A esto, algún documento episcopal reciente lo ha llamado "deseo ilusorio y blasfemo" de dirigir la vida propia y la vida social, mostrando así de nuevo que, aunque se condimenten ahora con la salsa fría del libre mercado, ser católico y ser liberal siguen siendo dos menús incompatibles.
Pues bien, esa dignidad de ser moralmente autónomo se le confiere a toda persona humana en condiciones de plena igualdad, de forma que si es una blasfemia, es la blasfemia que sustenta todo ese pensamiento ético, y se expresa en ciertas exigencias morales que el pensamiento religioso, de cualquier clase que sea, dista de haber asimilado bien. La religión y su sedimento moral han ido siempre detrás de esas conquistas éticas, y generalmente en contra de ellas. Incluso la idea de derechos humanos, corolario directo de ellas, fue negada y perseguida sañudamente por la jerarquía católica hasta bien entrado el siglo XX. Nuestros obispos saben que pueden presentarse abundantes textos papales que tratan a tales derechos de errores morales absolutos. Por no mencionar algo que pervive aún en casi toda moralidad religiosa: la posición de la mujer en un plano subalterno que le niega el acceso a la jerarquía y la gestión del misterio.
Los obispos españoles sólo siguen la estela de ciertos lugares comunes muy cultivados por Joseph Ratzinger, al que no puedo llamar "pontífice", o hacedor de puentes, porque, como su antecesor, parece más bien empeñado en destruir los pocos y débiles que penosamente se habían ido levantando. En su doctrina moral exhibe una terca insistencia en las perversiones del "relativismo" como causa próxima de todos los males contemporáneos. Y a veces equipara subliminalmente laicismo y relativismo, deslizando con ello la idea de que una cosa lleva necesariamente a la otra. Pero esto es sencillamente falso.
La moral de los laicos puede ser tan firme como cualquiera y tiende además a ser menos acomodaticia que la moral del creyente. La ética religiosa que pende de los designios de la divinidad (o de sus intérpretes terrenales, que parecen aún más antojadizos) tiene justamente problemas de relativismo que conocemos al menos desde Platón. Cuando, en diálogo con Eutifrón, Sócrates le pregunta si lo bueno es querido por los dioses porque es bueno o es bueno porque es querido por los dioses, el problema de la moralidad religiosa está servido. Si lo primero, entonces la voluntad de los dioses no muestra por qué es bueno; para descubrirlo tendremos que pensar como laicos. Si lo segundo -es decir, que sea bueno sólo porque así lo quieran los dioses- condena a la ética religiosa a un desconsolador relativismo: las cosas serán o no serán buenas según se les antoje a los dioses. La moralidad será, pues, relativa a la voluntad de los dioses (o, como sucede de hecho, a las cambiantes voces de sus supuestos representantes en la tierra). No cabe por ello en esta ética aquello que define a una conciencia moral madura: poder alzar la voz ante cualquier dios para decirle que sus designios son injustos. Sólo una convicción moral que no sujete sus máximas a los dictados de un "ser por encima del hombre", es decir, sólo una convicción moral laica, es capaz de eso.
El relativismo de la moral religiosa se acentúa, además, muchas veces al añadirle otros ingredientes todavía más vacíos y mudables. Las viejas religiones apelan tercamente a la tradición para sostener la vigencia de sus ideas morales y justificar la protección pública. Pero cada tradición justifica una moralidad diferente, y, si hemos de ser consecuentes, todas ellas serían sólo por ello válidas. ¿No es esto el núcleo mismo de la ética relativista?
Por no mencionar algo que no podemos olvidar fácilmente, y menos en España: que con desdichada frecuencia los creyentes se han aliado y se alían con ideales nacionalistas y patrioteros, o, como en el Oriente Próximo, se obcecan con la quimera de un territorio sagrado como receptáculo de su vida moral como pueblo. La cantidad de maldad y de sangre que han producido esas apuestas morales relativistas sustentadas en tradiciones y credos nacionales no necesita ser recordada entre nosotros. Frente a ellas es preciso afirmar la igual dignidad moral de todos los seres humanos, la perentoriedad del respeto a sus derechos básicos y la universalidad de sus exigencias ante cualquier ética casera o fideísta. O, lo que es lo mismo, es preciso vindicar nuevamente la calidad moral del pensamiento laico

Dardo dijo...

Mi querida Freia; Vd. no tiene ninguna obligación para conmigo. No me debe nada. Es un auténtico placer y regalo leerla ya en su blog, ya en comentarios como el antecedente. La eximo de ahora en adelante de la preocupación que se toma que me parece desmedida, amiga.

Me va a disculpar Vd. a mi por la tardanza en escribirle que ha sido debida a que estoy bajo los efectos de una medicación neuroléptica que me está dejando como un vegetal sin fuerzas. He llegado a casi dormirme en clase en mitad de una explicación.

No se minusvalore en punto a teología; yo aquí no paso de ser un aficionado.

Tiene razón; existe un Ratzinger institución y un Ratzinger teólogo (el mismo que hace un interesante diálogo con J.Habermas). Se traslada una imagen cliché y luego está un intelectual de alto nivel. Así que aquí hay dos imágenes que son verdad: pero creo que la más auténtica es la de la persona intelectual, porque la institución es todo un sistema del que él es una parte más, pero no es el todo.

Nada de mea culpa querida. ¡Faltaría más!. Mire no hay nada más auténtico que ser sinceros y aventurarse en ello con respeto para con los demás; y eso a Vd. nunca le falta.

Me ha dejado estupefacto con su vocación teológica. Desde luego que los de la U.P. de Comillas cometieron un error al discriminarla por el hecho de ser mujer. Se perdieron su "finezza" que a menudo nos demuestra en su blog.

Vd. lo ha dicho. Aunque sea como hecho cultural (que no de culto) es importante no desatender el estudio de las religiones para comprender mejor toda nuestra historia; para comprendernos nosotros mismos. Es el debate que se ha abierto desde hace unos años en Francia auspiciado por el ministerio de educación nacional. Pasar de un laicismo de incompetencia (lo religioso no nos incumbe) a un laicismo de inteligencia (debemos comprender lo religioso).

Un abrazo Freia.

Dátil dijo...
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Dardo dijo...

Siento desilusionarla a medias Coblenza; soy de Almería pero a lo más que he llegado es a dar clase en secundaria o en ciclos formativos. No sé de donde a podido sacar que soy profesor universitario; aunque esto está lleno de ellos. Escriben y reflexionan mejor que yo; aunque en mi defensa tal vez sea yo más frío que muchos de ellos.

A la Universidad sólo voy de vez en cuando a comer cuando me pilla de paso. Me parece que es Vd. la que llena de mochilas de sus amigas las mesas del comedor universitario impidiendo que nos sentemos terceros. Ja,ja.

Gracias por sus afectuoso comentario. Gracias.

Dátil dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dardo dijo...

Pues si es Vd. de las de medio menú la invito. Ja,ja. La verdad que por ser lectora mía Vd. se merecería un buen pescado en el chiringuito del Alquián.

Sí; el menú completo es 4.75, aunque me parece tan barato que dejo enteros los 5 en caja. La verdad que es muy de tarde en tarde cuando voy. ¡Pero quien sabe; si me arranco a comer migas un viernes, grito ¡¡Coblenza!! en mitad del comedor de no fumadores. Ja,ja.

Saludos cordiales. Y muy honrado al tenerla como lectora.

Dátil dijo...
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