La editorial catalana Crítica ha publicado en septiembre de este año, un estudio del historiador Gabriel Jackson titulado: Juan Negrín. Médico, socialista y jefe del Gobierno de la II República española.
La dedicatoria, a todos los lectores que valoran la verdad, incluso cuando hiere sus sentimientos políticos y morales, confieso que me sugestionó. No obstante, el nervio central del ensayo se sustenta en poner en valor la figura señalada, matizando los aspectos negativos, en atención a las circunstancias especialísimas que le tocó vivir. Es decir, que lo positivo de su trayectoria era lo propio y natural del doctor Negrín, y lo desfavorable algo forzado por el contexto. Sin duda todo estudio de una figura relevante termina cobrando a todo biógrafo cierta factura debida a la propia atracción que provoca el personaje. En todo caso, se agradece mucho este estudio, que viene a completar una imagen ciertamente muy negativa.
Yo mismo tenía una representación llena de prejuicios procedentes del ámbito familiar. La primera vez que oí el apellido Negrín, fue combinado con la historia doméstica de oir clandestinamente (ya que se consideró delito de derrotismo escuchar informaciones provenientes del bando nacional) las emisiones de Radio Burgos. La Radio Nacional era seguida sobretodo por la cuestión monetaria. De todos es sabidos que uno de los primeros efectos de la guerra fue la quiebra de la unidad monetaria. En octubre de 1938 el Ministerio de Hacienda de los nacionales dictó la llamada Ley de bloqueo auspiciada como mejor solución por el que posteriormente sería Ministro de ese mismo área (José Larraz). Las noticias radiadas venían a decir que las emisiones republicanas de papel moneda posteriores al 18 de julio tenían "valor cero"; que las emisiones anteriores (que se detallaban en los partes radiofónicos) mantendrían su valor, previo estampillado nacional dentro de plazo; y todo lo concerniente a la ley de bloqueo de obligaciones de pagos contraídas bajo dominio enemigo con posterioridad al 18 de julio. Para mí, Negrín era el responsable de la magnitud apabullante de la inflacción marxista (donde sólo circulaba papel) y de manera un tanto simple, el responsable de depositar en Moscú los activos de oro físico del Banco de España.
La persona: a)En el retrato familiar e íntimo, el profesor Jackson tiene que salir al trapo, de ciertos reproches demasiado puritanos acerca de la vida íntima del doctor Negrín (relaciones extramatrimoniales); b)Más grave, sin embargo, es suavizar la responsabilidad de Indalecio Prieto en el suministro de armas, previo a la insurrección revolucionaria de 1934, bajo algo tan endeble como la lealtad personal a la clase obrera (¿pero acaso el clientelismo mafioso no prefiere antes el vínculo amistoso que el vínculo abstracto de la ley?; ¿serviría esto también como excusa para toda organización paralegal o ilegal?). En esa misma página, y a propósito del putch revolucionario de Asturias, se da un curioso juego entre lo relativo y lo absoluto a la hora de valorar los hechos: se habla de "diversas atrocidades" cometidas por las fuerzas revolucionarias, seguidas de una "represión brutal" por parte de los militares (¿pero es que estamos ya sumidos en el alzamiento para hablar así?; ¿acaso no fue la represión ordenada por el Gobierno republicano legítimo?; ¿pero es que acaso la insurrección minera no era contraria a la propia legalidad republicana de 1931?). No, la guerra civil no empezó en 1934; pero simplemente porque en esta ocasión se pudo hacer valer la Constitución; tanto Negrín como Prieto simpatizaban con los mineros rebeldes y su leve oposición era debida más a las dudas sobre su eficacia que sobre su legitimidad; c) el alineamiento de Negrín con el PCE y la URSS entiende que es una cuestión compleja y en su ponderación habla del abandono que sufrió la República por parte de las potencias democráticas occidentales; ¡y tan compleja!, la ayuda soviética era incompatible con denunciar las purgas antitroskistas. Negrín confió en que Stalin era el defensor de las democracias occidentales contra el fascismo (esto un año antes del pacto Ribbentrop-Molotov). El científico y profesor universitario: Quizás su verdadera vocación. Aunque en el exilio paradójicamente no la continuó. Me importa un episodio contrario a un buen sentido de la justicia: encauza las decisiones de un jurado de oposiciones a la cátedra de fisiología de Santiago, para que fuera más favorable al candidato menos cualificado; postergando a Severo Ochoa. El ministro de Hacienda: En 1936, las reservas de oro del Banco de España eran las cuartas mayores del mundo. Ya se habían girado el 27% de estos activos físicos entre julio de 1936 y marzo de 1937 a Francia. Negrín decide continuar esta política. El mismo declara que fue suya la idea de mandar el resto del oro a Moscú. Negrín y el caso de Andreu Nin: El profesor Gabriel Jackson reseña este episodio como el acontecimiento (fuera de lo militar) que más dañó a la república. Sin duda en el ánimo de más de un entusiasta de izquierdas (como por ejemplo G.Orwell). Más arriba he señalado que el alineamiento de Negrín con el PCE y la URSS fue debido al abandono de las potencias democráticas occidentales. El profesor G.Jackson elude explicar este abandono; pero es plausible que en el descrédito exterior de la república influyera desde un primer momento la persecución religiosa (alertada por el cuerpo consular extranjero a sus cancillerías). Pero este episodio de purga comunista en el seno de la propia república ofrece aspectos interesantes. Negrín, a sabiendas, exculpa a los soviéticos de la desaparición: lo cierto es que el entonces director general de Seguridad (Antonio Ortega -comunista-) ordena su detención y traslado a Madrid, a espaldas del Ministro de la Gobernación (Julian Zugazagoitia -socialista-). La crisis provoca que se sustituya al director general de Seguridad (por Gabriel Morón -socialista-); según las memorias del entonces subsecretario de Gobernación (Juan Vidarte -socialista-), el nuevo director general le señala que la planificación del secuestro es de la Komintern y que la orden de torturarlo es de Orlov (agente de Stalin). Todo esto lo cuenta Vidarte por boca del nuevo director general; quien le dice al Ministro Zugazagoitia que traslade esta verdad a Negrín y que con una sola palabra del Presidente del Gobierno mete en la cárcel a todos los implicados. Negrín decide correr entonces una red de silencio sobre el asunto: pesa no contrariar a los soviéticos. Es más, como no se fía del Presidente de la República (Azaña), a la pregunta de éste sobre si no es demasiado novelesco el asunto de derivar la desaparición de Nin a la Gestapo; le contesta que no. En su haber positivo explica G. Jackson que en adelante los ministros Irujo y Zugazagoitia se estaban empleando a fondo para evitar estas purgas; habla de equilibrio: no desairar a los soviéticos y erradicar acciones claramente criminales. Su gobierno: El gobierno precedente (Largo Caballero) dejó desacreditada exteriormente a la República con la cuestión de "los paseos"; señalando G.Jackson la hostilidad de Gran Bretaña. Otra herencia negativa era la atomización del poder dentro del territorio republicano (comunistas, anarquistas). En su debe la alineación con Stalin; con un marxismo interpretado en clave de secta. Su silencio y aceptación de las maniobras y crímenes de agentes soviéticos como precio por la ayuda rusa a la República. También convendría señalar su cruel utilización de la pena de muerte; después que Azaña hablara de "paz, piedad y perdón" lleva al gabinete la propuesta de aprobar 62 condenas de pena de muerte. Su intento de militarización de los tribunales civiles (parado por Azaña). Su desprecio al final a los propios partidos políticos republicanos (al considerarlos los restos de las antiguas oligarquías) viendo la voluntad republicana en el propio Ejército de la República. Gabriel Jackson insiste en que en puridad esto no bastaría para tildarlo de dictador. En su haber, que empezó a descender la persecución anticatólica; aunque se encontró con el reconocimiento en agosto de 1937 del Gobierno nacional por el Estado Vaticano (un año después de comenzada la guerra y tras el vesánico hostigamiento diocleciano sufrido); pero sí es de reconocer los esfuerzos de Irujo para restablecer el culto con el respaldo del propio Negrín. En su haber también, un mayor control del orden público. Tras la lectura he llegado a un juicio más moderado sobre la persona del doctor Negrín, visto el contexto de la época. Insistir en que he mirado con lupa los aspectos negativos. Cada uno tiene sus preferencias. Y el doctor Negrín no es de mis preferidos. No, no se trata de juzgar. Se trata de ver a los personajes de la historia, si quiera sea con las gafas de otro.
12 comentarios:
Cada uno tiene todo el derecho del mundo a hacerse una imagen determinada de cada personaje histórico, utilizando, para no hacerse trampas a uno mismo, si es posible, fuentes objetivas y serias.
No he leído ese libro, pero el autor me merece mi respeto.
No comentaré todos los temas que suscitas, que son muchos. Sólo me detendré en la reflexión que haces acerca del 34.
Amigo mío, la revolución minera asturiana es un exceso al margen de la ley. Como también lo fue el golpe de Sanjurjo en el 32, y, por supuesto, el golpe que condujo en el 36 a una guerra civil, un millón de muertos y cuarenta años de dictadura. Yo no pongo en duda la ilegalidad de cualquiera de estos tres momentos.
Pero el gobierno de centroderecha de la república en 1934 puso en manos de un joven Franco la represión de la revolución que incluyó bombardeos de áreas civiles en ciudades asturianas, como, por ejemplo, Gijón, evitando los barrios de simpatía derechista del centro de Oviedo, por ejemplo. Creo que tu libro se refiere a esto. Independientemente de lo desacertado del movimiento revolucionario, la reacción violenta y salvaje del gobierno republicano del 34 me parece, también a mí, un crimen.
¿Tenía la población civil de Gijón en el 34 responsabilidad sobre la revolución? ¿Todo el mundo?
¿Debemos bombardear mañana Azpeitia para castigar a ETA?
¡Más vale tarde que nunca¡
Durante cuantos ¿?años ha mantenido usted un juicio negativo (y un prejuicio perverso) sobre Negrín basado exclusivamente un una información a todas luces incompleta y parcial.
Disfrutar de autonomía para valorar correctamente requiere un esfuerzo de información e independencia, es más fácil creer lo que nos interesa, o lo que interesa al demagogo de turno.
Con el secillo reconocimiento de su equivocado juicio usted ha progresado en sabiduría (y en autoestima).
¡Enhorabuena y que dure¡¡
Pues celebro mucho, estimado Animal, que hables de "exceso al margen de la ley". Perdóname, esta última expresión me parece una sutileza; lo digo porque más que "al margen", fue "contra". En todo caso es un avance frente a posicionamientos como el del propio Tuñón de Lara, citado por Luis Suárez, que retuerce la cuestión hasta el punto de entender la propia revuelta minera como una defensa de la República frente a una filtración criptofascista. Algo demostrado como una burda mentira vistos los hechos posteriores: que Gil Robles, tras la restauración del orden público, pudo aprovechar ese momento para concentrar más poder e ilegalizar a los partidos implicados (PSOE entre ellos) y no lo hizo. Así que estamos de acuerdo; evidentemente fue algo ilegal y por eso, y porque no se nos olvide que hubo una sedición de nada menos que 20.000 obreros (traducido a lenguaje militar: la insurrección de dos divisiones) es comprensible que se empleara a las Fuerzas Armadas. Mi objeción es que al utilizar el profesor Gabriel Jackson la expresión "atrocidades diversas" achacables a los sublevados, frente a "represión brutal" imputable a los militares; de alguna manera está zanjando la cuestión a favor de la propia insurrección revolucionaria. Y los datos ponderados del historiador Luis Suárez Fernández hablan de entre 85 y 115 asesinatos "revolucionarios" frente a 88 ejecuciones del Ejército en el fragor de la represión (cuatro de esas ejecuciones con formación de causa). No obstante el problema viene al cuantificar los muertos en combate o a posteriori, tras evolución negativa de las heridas. Pues bien. Las Fuerzas leales al Gobierno constituído sufrieron 256 bajas y los sublevados 569 según Luis Suárez tras investigación de la estadística sobre movimiento natural de la población en 1934 en Asturias (luego parece un exceso hablar de 940, es decir, en torno a los 1000). Esta era, en suma, mi objeción. Que la violencia desatada fue ab initio muy fuerte y que los asesinatos incluso estuvieron por encima de las ejecuciones sumarísimas; que los caídos en combate fueron el doble más entre los sublevados ya que estaban haciendo frente a un Ejército profesional (legionarios y regulares); y que en cualquier caso había que actuar con la máxima dureza porque se trataba de derribar al Gobierno legítimo utilizando la fuerza (sitio de Oviedo). Esa "represión brutal" se compadece poco, con que de las 20 penas de muerte tras los hechos, sólo se llevan a cabo 2. Compárese por ejemplo con las penas de muerte dictadas por Negrín (58 sobre 62) tras la campaña del Ebro y después de haber hablado el Presidente Azaña de su célebre "Paz, piedad y perdón". Evidentemente no soy nada partidario de violencias indiscriminadas. Y no voy a discutir contigo asuntos que tú conoces mejor que yo por tu afición al tema. Saludos.
Hipatia. Sigo manteniendo un juicio negativo, aunque mucho menor, por cierta comprensión que no pretende ser exculpatoria. El libro me ha servido para documentarme mejor sobre la figura; sigue sin gustarme el Negrín político y estadista, puedo valorar al científico y al profesor. En todo caso el historiador Gabriel Jackson pretende combatir el anatema sobre Negrín. Cierto, en el contexto de espanto, queda mucho más relativizada su trayectoria; pero nada más. Que quiere que le diga, me resulta más atrayante una personalidad republicana como el propio Azaña o el ministro Irujo.
Me congratulo de que modifique usted, aunque no tanto como parece, su opinión sobre el doctor Negrín. Respeto, y por tanto no comento, sus opiniones sobre lo que usted denomina vesánico hostigamiento diocleciano, pero desde luego no las comparto. Pero me llama la atención el que hablando de la insurgencia revolucionaria del 34 contra un gobierno que desde la república petrendía destruir las conquistas republicanas, cite usted como si fuera una autoridad en la materia a don Luis Suárez Fernández como un experto en la materia, cuando su especialidad es la Historia Antigua y Medieval y de hecho fue el jefe de departamento de esa especialidad, además de catedrático de la misma, hasta su jubilación, en la Universidad Autónoma de Madrid, es además don Luis Suárez un reputado experto en cinematografía pero no, desde luego, en Historia Contemporánea y menos española, pues su vinculación al Opus Dei y su confesa admiración por el anterior jefe del estado y su régimen le privan de toda objetividad.
Mi estimado don Bolche; hace Vd. muy bien en respetar mis opiniones. Yo le voy a espetar lo siguiente a propósito de la persecución anticatólica: vea el memorandum del ministro Irujo (apoyado en esta ocasión -para lograr el restablecimiento del culto católico- por el propio Negrín).
Le sigo espetando: No esperaba de Vd. una "falacia ad hominem" contra don Luis Suárez. Vamos a ver, amigo Javier; como Vd. sabe los aspectos más controvertidos sobre los civiles muertos en la sublevación de Asturias son en el número de los caídos en combate. Bien. Si no me equivoco. La cifra que habla de 1000 muertos parte de una crónica del ingeniero, escritor y folclorista asturiano don Aurelio del Llano. A partir de aquí es tomada, sin demasiado análisis, por otros. Lo que el historiador (subrayo esto) Luis Suárez hace es algo tan sencillo como cotejar la serie estadística de los fallecidos y comoquiera que en esa serie estadística están incluidos evidentemente los óbitos por causas naturales, llega a la conclusión de que Aurelio del Llano estaba equivocado. Vd. hace además el reparo de que Luis Suárez es un medievalista y no advierte que la cifra procede de un cronista aficionado (sin perjuicio de la calidad de su figura). Pero no quiero caer en una "falacia ad hominen" de signo contrario. Supongamos que las cifras de del Llano son ciertas; es decir, que frente a 256 caídos entre los militares, se produjeron casi 1000 entre los civiles. Hay una explicación clara para esto: pese a la magnitud de la sublevación civil (sobre unos 20.000), las fuerzas armadas enviadas eran profesionales (legionarios y regulares). Estamos hablando, dando por buenas las cifras de del Llano, del siguiente balance "a grosso modo": sobre unos 350 muertos por los insurrectos y sobre 1000-1100 muertos por las tropas del Gobierno.
Saludos. Tengo que pasar a leerle, amigo, por su Pravda, digo, blog (¡en qué estaría pensando yo!).
Por cierto, don Javier, se me olvidaba darle un consejo referido a su nuevo look. Mire; le sienta a Vd. mejor la barba. No sé; así, rasurado, se parece Vd. al gran demonio de Beria. ¡Ja,ja!.
Puede que sea ad hominem, puesto que de un hombre se trata pero en absoluto falacia. El señor Suárez ha sido y es un fascista, teórico y práctico, de los pies a la cabeza. Y sé de que hablo.
Pues como Vd, amigo Javier, guste. Que quiere que le diga. La cuestión esencial no es esa. Uno podrá ser comunista, fascista o adventista del séptimo día; pero si dice dice una verdad que pueda ser cotejada empíricamente, pues esto es lo substantivo.
Menos mal que no le he citado a Joaquín Arrarás.
Amigo dardo, le devuelvo su estimada visita, y leo con agrado el articulo del doctor Negrin, y con mas agrado su cambio de opinion respecto a el.
No entrare a valorar el estudio de Jackson , que aunque no es uno de mis historiadores preferidos, es bastante imparcial.
Solo venia a decirle que usted tambie es una buena persona, y que ademas sabe demostrarlo.
Gracias amigo.
Discrepo, los fascistas mienten, siempre mienten.
Sólo pasaba por aquí para felicitarte la Navidad, amigo Dardo.
Siento no pasar más a menudo y con más tiempo.
Felices Fiestas!
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